Política

El Sistema y sus Antídotos (Cuando los Monstruos piden Mesa)

«El terrorismo no es más que la contabilidad sangrienta del capitalismo» — alguien debería haberlo escrito en los muros del FMI. Pero no: lo graffitean cada madrugada en una villa de Caracas, en un suburbio de Nairobi, en esas grietas donde el mundo olvidado ya no pide permiso para rajar el lienzo del poder.

La ecuación imposible

Todo sistema busca equilibrio, sí. Pero cuando la balanza se inclina hasta quebrar el suelo —el 1% devora el 90% del oxígeno financiero—, el ajuste llega en forma de «terrorismo». Así lo llaman desde el 11-S, aunque la palabra sea solo un código para «violencia que no firmamos con nuestro sello». ¿O acaso no son atentados los desalojos masivos, los salarios que no alcanzan para vivir, las fronteras que matan más que las bombas?

La diferencia está en el relato: lo que en la periferia es resistencia, en el centro es amenaza. Las células descentralizadas, los actos individuales de rabia calculada, no son anomalías: son el algoritmo de corrección de un sistema que borró el botón de «reinicio ético».

Los nuevos actores (con traje o pasamontañas)

Las mafias ya no esconden sus trofeos. Exhiben estadios, hospitales, criptomonedas y hasta candidatos políticos con la misma naturalidad que un CEO de Silicon Valley muestra su cohete. Su branding es eficiente: ofrecen pertenencia en un mundo donde los partidos políticos son franquicias en quiebra y el fútbol solo otro fondo de inversión.

«Son monstruos, pero son nuestros», murmura el joven reclutado en Nápoles o Rosario mientras ajusta su chaleco antibalas con el logo de un cartel. El capitalismo enseñó que el éxito no tiene moral; ellos aprendieron la lección.

La mesa del fin del mundo

Negociar con el diablo no es novedad. Lo hicieron los Estados con las corporaciones, las democracias con los bancos too big to fail. Ahora, el diablo tiene otros nombres: Clan de los Soles, Mara Salvatrucha, Black Axe. Son el síntoma de una pregunta incómoda: ¿Cómo se dialoga cuando el poder ya no lleva corbata sino capucha?

Reconocer su territorio no es rendición: es realpolitik en la era del caos controlado. Limitarlos, quizá imposible; ignorarlos, un suicidio. La única salida es una Convención de Ginebra para las nuevas guerras: donde las balas sean votos, donde el botín se llame dignidad.

Epílogo: Un nuevo contrato (o el apocalipsis a plazos)

Crecimos creyendo que cuando el 80% despertara, el mundo temblaría. Hoy ese número es el 90%, y su despertar suena a explosiones, a cacerolazos, a blockchains rebeldes. El sistema se aferra al status quo con la misma desesperación con que los ahogados se agarran a los salvavidas rotos.

Pero hay un dato esperanzador en la ecuación: hasta los monstruos prefieren el orden al caos absoluto. La pregunta no es si negociarán, sino qué quedará en pie cuando lo hagan.

«Los buenos y los malos somos la misma cicatriz», dice el ex niño soldado que hoy programa drones para una ONG. El futuro, si existe, será escrito por esos híbridos. O no será.

por Pablo Ruda

#zurdo, #daltónico, de @riverplate y no como queso. #emprendedor. #marketer. #CEO @bdgbuenosaires #presidente @caifearg . RRSS: @pabloruda

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